La gente ganó la calle más por una expresión hacia la vicepresidenta que por los ocho meses de gestión del gobierno de Alberto Fernández.
La multitudinaria convocatoria de este lunes en todos los rincones de la Argentina muestra un país donde una parte importante de la sociedad siente que se ha cruzado un límite y esto supone el peligro de un estilo de vida que está dispuesto a defender.
Las demandas son variadas: libertades individuales, libertad de expresión, división de poderes. Vicentin como exponente del avance sobre la propiedad privada y la reforma en la justicia son los símbolos más fuertes para la gente que colmó hoy las calles de todo el país.
No es casual que desde hace ya dos meses la corrupción y la inseguridad encabezan la lista de preocupaciones de la gente como algo más urgente que la economía o la salud en plena pandemia.
El mensaje general que ha recibido el Gobierno es “no queremos Impunidad, no queremos que nos lleven por delante”.
Sin duda representó una alerta para el Gobierno. Pero también es cierto que la gente ganó hoy la calle más por una expresión hacia Cristina Fernández que por los ocho meses de gestión del gobierno de Alberto Fernández. Esto representa, como toda crisis, una oportunidad para el Presidente cuya debilidad pone de manifiesto que la marcha ni siquiera es contra él: el protagonismo es nuevamente de Cristina.
La marcha no tiene dirigentes que la convoquen ni la conduzcan.
Como señaló ayer Horacio Rodríguez Larreta, no existe hoy un jefe de la oposición, y la calle lo expresó con claridad. La oposición siente que ya habrá tiempo para encauzar lo que hoy pasa en la calle pero aún no es el momento.
La extrema hostilidad del ambiente sumada a las divisiones y tensiones que surgen en las facciones heterogéneas que conforman la coalición de gobierno son algunos de los instrumentos que ayuda a mantener unida a la oposición. La gente expresándose en paz y masivamente también ayuda a mantenerla unida.