La
pandemia nos expuso a metáforas bélicas. La idea de que
nuestra Nación atravesaba un enfrentamiento con un ejército
invisible al que no podíamos ver y que se apoderaba de nuestros
barrios, de nuestras calles, de nuestras casas; fue una imagen
recurrente a la que apelaron con insistencia metódica gobernantes y
medios de comunicación, tanto en nuestro país como afuera de él.
Frente a la emulación de una situación bélica surgió el concepto
de que frente a tamaño desafío solo la unidad nacional podía ser
la fórmula para enfrentar y derrotar la pandemia.
Si
observamos en la historia mundial, diversos procesos nos dan claves
para entender las condiciones que se deben dar para convocar a la
unidad nacional. Tres condiciones aparecen de manera concurrente:
primera, la amenaza externa; segunda, el consenso social amplio; y
tercera, la predisposición de los actores políticos a trabajar de
manera conjunta a pesar de las diferencias y de los enfrentamientos.
Podríamos tomar varios ejemplos históricos; pero sin duda alguna,
el que nos viene con mucha facilidad para reflejar un gobierno que
actuó en el marco de la unidad nacional; es el de Churchill en los
tiempos que condujo los destinos del Reino Unido durante la Segunda
Guerra Mundial. Si posamos nuestra mirada en nuestra coyuntura
reciente, podemos comprobar que durante los primeros 45 días de
aislamiento social obligatorio parecieron sobrevolar sobre la escena
nacional las condiciones antes mencionadas. El amplio consenso social
sobre la medida tomada, los altos índices de aprobación sobre los
gobernantes, y las primeras mesas conjuntas de trabajo en común
entre los dirigentes de signos políticos diversos; parecían ser el
preludio de un gobierno de unidad nacional. La sombra de Churchill
parecía asomar en el firmamento argentino.
Pasados
los primeros 45 días de cuarentena, una serie de acontecimientos
comenzaron a resquebrajar el concepto de unidad nacional. Tres de
ellos merecen ser remarcados. En primer término, la tan mentada
correcta gestión sanitaria de la pandemia comenzó a mostrar su
ineficacia en lo que respecta a la búsqueda de contagiados y
aislamiento del virus, siendo su desenlace la vuela a fase 1 luego de
100 días de aislamiento. En segundo, el abordaje de la pandemia
jamás priorizó de igual forma que la agenda sanitaria la mitigación
de los daños en el entramado socio productivo del país, llevando a
que nuestro país tenga los peores indicadores mundiales en materia
de recesión y estancamiento económico. El famoso proyecto de un
Consejo Económico Social y Productivo quedó para después, cuando
justamente era en la pandemia donde debía formarse y trabajar 24 x 7
con todos los actores involucrados. Y en tercero, la falta de
resultados positivos en los dos términos antes descriptos, condujo a
una puesta en agenda de temas que provocan división profunda en la
sociedad y le permiten al gobierno nacional recostarse sobre su base
social tradicional. El episodio de la liberación de presos, los
ataques al ex presidente con hipótesis contra fácticas, y el
proyecto para expropiar VICENTIN; son algunos ejemplos concretos
sobre lo expuesto.
A modo de reflexión final. Asomaba la sombra de Churchill, pero la dinámica de los acontecimientos nos muestra un gobierno que vuelve a los rasgos ya conocidos y vividos en carne propia por la sociedad, siendo cada vez mas notorio que estamos en presencia del 4to gobierno kirchnerista; ya que a todo lo sostenido no podemos pasar por alto un dato clave: el espacio de la Vicepresidenta gana posiciones en el bloque oficialista y se torna evidente que el poder real se deposita en ella. Todo parece indicar que la sombra de Churchill se disipa y emerge con fuerza la de Maduro.
Por Matías Lobos. Director de Enlace y Estudios de La Plata, Ex Subsecretario Nacional de Fronteras y de Formación Policial y Programas de Seguridad, y dirigente de Juntos por el Cambio.